El 19 de marzo de 2010 llevábamos casi una semana angustiados esperando los resultados.
—Hoy es un día de fiesta, un día de fiesta para Colombia— fueron las palabras de una Noemí llena de esperanza.
Tenía toda la razón: era la salvadora. Derrotó a Andrés Felipe Arias por algo más de treinta mil votos, de un total de casi tres millones. Aunque los resultados se deberían haber entregado la noche de las elecciones como en el caso de los Verdes, el 14 de marzo, en el conteo de la consulta conservadora hubo enredos que nunca nadie supo explicar, y que demoraron los resultados tanto tiempo. Entre votos nulos y no marcados sumaron casi 400,000 votos. Arias estuvo bastante cerca de haber ganado, y de haber sido así, y con el apoyo de Álvaro Uribe, seguramente hoy sería Presidente de Colombia. Y entonces, ¿la investigación? Esa platica se perdió. Según noticias de la época, al reconocer su derrota, Arias declaró:
—Mi esposa y mi hija tuvieron que soportar a mi lado, los ataques, los ultrajes y la calumnia; gracias por nunca desfallecer, por creer siempre en mí y por darme esa fuerza interior que nunca me permitió desviarme del propósito superior que estamos buscando.
Nunca dijo cuál era el propósito superior que andaban buscando. Lo que queda claro es que fue Noemí la que alcanzó un propósito superior: Salvarnos de Andrés Felipe Arias. Tenemos que estar eternamente agradecidos con ella, digan lo que digan, pues cambió el rumbo de la historia. Como reconocimiento a su labor, los colombianos de bien deberíamos enviarle a su casa un tanque y un tractor.